SANTA TERESA DE JESÚS

Teresa de Jesús nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. A los 18 años entra en el Carmelo de las Carmelitas de la Encarnación. A los 45 años emprende una nueva vida cuya divisa será “O sufrir o morir”. Es entonces cuando funda el Convento de San José de Ávila, el primero de los 15 Carmelos de Carmelitas Descalzas. El 28 de noviembre de 1568 fundó el primer Convento de los Carmelitas Descalzos. Amó apasionadamente a su Carmelo y a la Iglesia. Fundó 32 monasterios.

Teresa fue maestra de oración para el pueblo de Dios y fundadora del Carmelo Teresiano. Supo conciliar el don de gentes, con el trato íntimo con Dios; y la actividad apostólica, con la vida contemplativa. A través de sus obras apostólicas, entre las que destacan el Libro de la Vida, el Camino de perfección, Las Moradas, y Las Fundaciones, ha ejercido en la Iglesia, un fecundo y esclarecido magisterio espiritual que, el papa Pablo VI reconoció, proclamándola Doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.  Su espíritu perdura en sus obras y en sus hijos e hijas. Murió en Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582. Fue canonizada el 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV, juntamente con Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Felipe Neri.

José Candelario Peralbo Ranchal

 

SEGUNDA LECTURA DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

(Del Libro de la Vida de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia -Vida 22,6-7.14)
Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y veo yo claro (y he visto después) que, para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita. Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.
Así que no se quiera otro camino, aunque se esté en la cumbre de contemplación. Por aquí se va seguro. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes; él lo enseñará. Mirando su vida, es el mejor dechado. ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí.
Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco, san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.

Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios. Si su Majestad nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena gana.

Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes, y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor.

Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar; porque, si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo.

 

HIMNO

Vivo sin vivir en mí,

y tan alta vida espero,

que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,

después que muero de amor,

porque vivo en el Señor,

que me quiso para sí.

Cuando el corazón le di                                    

puso en él este letrero:

Que muero porque no muero.

 

Aquesta divina unión

del amor en que yo vivo,

ha hecho a Dios mi cautivo

y libre mi corazón.

Y causa en mí tal pasión

ver a Dios mi prisionero,

que muero porque no muero.

 

¡Ay, qué larga es esta vida!,

(qué duros estos destierros,

esta cárcel, estos hierros,

en que el alma está metida!


Solo esperar la salida

me causa dolor tan fiero,

que muero porque no muero.

 

Aquella vida de arriba,

que es la vida verdadera,

hasta que esta vida muera,

no se goza estando viva.

Muerte, no me seas esquiva;

viva muriendo primero,

que muero porque no muero.

 

Vida, ¿qué puedo yo darle

a mi Dios, que vive en mí,

si no es perderte a ti,

para mejor a él gozarle?

Quiero muriendo alcanzarle,

pues a él solo es al que quiero:

Que muero porque no muero.

 





 

 

 

 

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