Hoy queremos, Padre Alfonso,
hacer memoria en tu honor
de las huellas que dejaste
en nuestra Federación.
Junto a la Madre Mercedes
en Villalba del Alcor
comenzó aquella andadura
de fraterna comunión.
Fuisteis dos almas gemelas
en sencillez y humildad,
así fue hondo el cimiento
para poder prosperar.
Lejos de protagonismos
y de las glorias humanas,
solo impulsaba la fe
y el amor a las hermanas.
Pronto surgió el compromiso
de una Casa Federal,
un centro de formación,
un proyecto de unidad.
Así que manos a la obra,
echar
mano a lo imposible,
que
la fe todo lo alcanza,
nada
a ella se resiste.
Esta
sierra cordobesa
sabe
de aquellas andanzas:
pidiendo
tejas, ladrillos…
todo
con buenas palabras.
Con
sudores y cansancios,
con
las suelas bien gastadas,
la
obra se abrió camino
y
aquí estamos, ¡nuestra Casa!
Todo
un tiempo de aventuras
guardadas
en la memoria,
poniendo
a Dios en la meta,
que
solo suya es la gloria.
No
pasaremos por alto
a la
Madre San José,
a María
de los Ángeles,
tampoco
a María Isabel.
Ni a Sor María del Carmen,
las elegidas por Dios,
formando el primer Consejo
de nuestra Federación.
Todas mujeres con temple
y monjas de cuerpo entero,
con una fe inquebrantable
y criterio verdadero.
Recordamos vuestros bríos,
principiantes atrevidos,
sin escatimar trabajos,
ni entrega, ni sacrificio.
Así han pasado los años,
los frutos son la expresión,
nada cayó en el vacío,
ni el esfuerzo, ni el amor.
Y tú, el primer delegado,
venciendo dificultades,
con tu fuerza en el Señor
y en María, Nuestra Madre.
Siéntete hoy satisfecho,
que los frutos lo confirman,
asentado en nuestra historia
lo que fuera profecía.
La semilla fue profunda,
asidua fue la labranza,
tu impronta no se ha perdido
y es crecida la esperanza.
De tu humildad aprendimos
lo único necesario:
Dios solo en el corazón
y la prudencia en los labios.
La convivencia fraterna,
el amor a la oración,
la sobriedad, el sacrificio,
desasimiento del yo.
Fuiste asiduo maestro,
impulsor de formación,
¡que las jóvenes se formen!,
tú mismo, su profesor.
En el hoy solo perdura
de aquellos amaneceres
que presagiaron futuro
y que alegres nos mantienen.
Ya todas con Nuestra Madre
en el Carmelo del cielo
son nuestra fuerza celeste
colmando nuestros anhelos.
Gracias a ti, Padre Alfonso,
nuestro primer delegado,
torpes son nuestras palabras
al decir lo que has sembrado.
Tu pasión por el carisma,
por los Santos del Carmelo,
que por tus venas corría
de Elías pasión y fuego.
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