RECORDANDO A JOSÉ RAMÓN



El 3 de abril de 2019, se durmió en el Señor, nuestro querido hermano, en Cristo, José Ramón Márquez González, con 63 años cumplidos. Fue catequista y responsable, juntamente con su esposa, Fátima, de la primera comunidad Neocatecumenal de nuestra parroquia de Begoña. 

José Ramón fue el tercero de cinco hermanos del matrimonio, Gloria y Enrique. Contrajo matrimonio con Fátima López en diciembre del año 1979. El Señor les concedió cuatro hijos: Pablo, David, Ignacio y Javier. 

Imagen de José Ramón, como gran evangelizador, al estilo de Jesús, llevando tras de sí a todo un pueblo, sobre todo, jóvenes, que le siguen, de peregrinación en peregrinación, por todo el mundo.

José Ramón asistió el año 1975 a unas catequesis del Camino Neocatecumenal que marcaron su vida de fe. Itinerario que ha seguido durante 44 años, caminando en una comunidad Neocatecumenal, catequizando durante muchos años, anunciando a Jesucristo y gastando su vida por el anuncio del evangelio.

Durante seis meses sobrellevó, pacientemente y con fe, una dolorosa enfermedad.  Agarrado a la cruz de Jesucristo, fue fortalecido en el espíritu, aceptando, en todo momento, la voluntad de Dios. En medio del sufrimiento pudo bendecirlo. Actitud que edificó a las numerosas personas que lo visitaron, a lo largo de su enfermedad.

Al igual que San Pablo, pudo decir:

 “Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida”. (2 Tim 4, 6-8).

Desde nuestra página WEB, deseamos para nuestro querido hermano, en Cristo, José Ramón Márquez González, que se hayan cumplido en su persona, las palabras que, en el tiempo de exequias, proclama la liturgia:

“Cristo, que te llamó, te reciba, y los ángeles te conduzcan al regazo de Abrahán”.

“Al paraíso te lleven los ángeles,

a tu llegada te reciban los mártires

y te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén”.

 

José Candelario Peralbo Ranchal, Párroco

 

 PALABRAS DE PABLO MÁRQUEZ

SOBRE LA MUERTE

 DE SU PADRE

 Hoy 3 de abril. Un día después del 14 aniversario de la muerte de San Juan Pablo II; mi padre, José Ramón, ha dejado este mundo.

Rodeado de su familia y acompañado con el cariño y la oración de cientos de personas, ha fallecido tras unos duros meses de enfermedad. Lo ha hecho sujetando la cruz de su pecho y bendiciendo a Dios por toda su historia hasta el último momento.

 Al igual que el Santo Papa, su camino hacia el cielo ha sido a través del calvario de la enfermedad, donde se ha agarrado fuertemente a la Cruz, haciéndose cada vez más y más pequeño, siendo ejemplo y fortaleza en la Fe para todos, enseñándonos a morir santamente.

Él, seguro que está ya en el cielo, intercediendo por todos aquellos que le habéis acompañado, querido y rezado por él, devolviendo todas esas oraciones y cuidando de su familia.

Se mezclan muchos sentimientos: tristeza, cansancio, amor; pero el que sobresale, por encima de todos, es el agradecimiento.

Gracias por la vida de mi padre, gracias por todas las muestras de cariño hacia él y hacia todos nosotros, que nos habéis manifestado. Pero, sobre todo, aunque pueda parecer extraño o contradictorio, doy gracias por este tiempo vivido, sobre todo, por estos últimos días, que me guardo muy dentro del corazón y que me dan el gran consuelo y la certeza de la existencia de vida eterna y que mi padre ya goza de ella.

Descanse en Paz

#Un santo más en el cielo

 

CARTA DE RAUL GARCÍA SANZ A JOSÉ RAMÓN


    Guárdame un sitio en tu equipo, míster.

    Me siento un privilegiado por haber compartido mi vida con José Ramón, por haber conocido su generosidad, su ánimo, su testimonio de fe y su voluntad de dar gratis lo que gratis recibió. Un hombre entregado a la Parroquia Ntra. Sra. de Begoña, a su 1ª Comunidad Neocatecumenal, a la pastoral, a los ancianos, a los más alejados de Dios en el barrio, pero sobre todo, un hombre que conectaba con los jóvenes, quizá por su alma de niño -siempre con una broma, siempre haciendo el “ganso”, tarareando canciones o pintando mandalas-, o tal vez por su humildad, no buscaba quedar bien ni destacar; no lo sé por qué, pero nos atraía. ¡Tenemos tanto que agradecerle a él, a su mujer Fátima y a sus hijos Pablo, David, Nacho y Javier!

    JR es como un padre y hermano para muchos de los que hoy le visitan, su casa siempre estuvo abierta a todos nosotros: Amigos de sus hijos, familiares, sacerdotes, seminaristas, itinerantes, hermanos de comunidad… y siempre con cariño, nunca un mal gesto, nunca demostró incomodidad, siempre nos acogió, nos dejó dormir allí, nos dio de comer, nos llevó de vacaciones con ellos, nos dio una Palabra, nos guio en las peregrinaciones con el Santo Padre, nos catequizó y nos reconcilió tantas veces… Y también era el primero para divertirse, para jugar al mus, al trivial, a las cartas, para ver los partidos en su casa y para hacer de entrenador de los equipos de fútbol que formamos los jóvenes de la parroquia.

     Hace ya más de seis meses que recibimos la noticia de tu enfermedad, y la has afrontado con valentía, poniéndote en manos de Dios, sabiendo que hacer su voluntad es siempre lo mejor. Nos has dado un ejemplo maravilloso que no vamos a olvidar, de no rebelarse a la historia que tiene Dios para cada uno de nosotros, de paz, de estar feliz a pesar de los dolores, de los sufrimientos, en definitiva, una lección de VIDA con mayúsculas. Nos pediste que siguiéramos igual, que no dejáramos de ir a tu casa a ver los partidos, a jugar, a cenar, a reír y así lo hicimos y creamos ese grupo de oración que tanto bien nos está haciendo y que empezó con solo dos personas y un salterio en una habitación de hospital y llegó a ser varias tandas de gente rezando en días diferentes en tu casa, más de 40 personas en el salón a la vez… y algunos hacía años que no rezaban…

-¡José, Dios es impresionante! y has sido un instrumento suyo hasta el último día. Y hasta el último día con tu buen humor, con tu coraje, dando ánimos a quien se derrumbaba al verte y con una bendición al Señor en tu boca. Sabiendo que esta Pascua iba a ser diferente, que esta era la definitiva, que te tocaba vivirla en primera persona, y rezando, rezando en el huerto de Getsemaní para que se cumpliese la voluntad de tu Padre y para que te mantuviese firme. Así ha sido.

No sé si estoy viendo morir a un Santo, creo que sí, pero estoy seguro de estar asistiendo a una muerte santa, la de un hijo de Dios que vivió plenamente.

Los frutos de la vida de José son muchos: en su matrimonio, en sus hijos y nietos, catecúmenos, familia, hermanos de comunidad, amigos, jóvenes, parroquianos…; pero los de su muerte van a ser inmensos, como inmensa ha sido su forma de amar y seguir a Cristo en su Iglesia. En plena agonía bendecir a cada uno de sus hijos y abrazarse a su mujer y darles una Palabra a todos ellos, animarlos y hacerles ver dónde está la Vid Verdadera. Despertar después de horas sin poder decir nada y exhortar a los presentes en la habitación a rezar, y llegado el momento decir: quiero pedir HACER TU VOLUNTAD, Señor.

Nos has dejado la certeza de que Dios estaba a tu lado en el último momento: Cuánto cuesta morir, decías, a la vez que nos hacías participes de tu dialogo con El: me quiero ir, pero no puede ser aún, será mañana….dejando claro que el plan de Dios para ti era prioritario y que todo, todo tiene un por qué, y todo,  todo está bien hecho.

Has ayudado a caminar hacia el cielo a mucha gente, y has recibido el agradecimiento y el reconocimiento de varios cientos de ellos que han pasado por el hospital estos días finales. Seguirás intercediendo desde allí por todos nosotros: por tu familia, por tus jóvenes, por tu parroquia, por tu Comunidad. Con ellos celebrarás las Eucaristías desde el cielo, en esa Comunión que nunca se interrumpe, vestido con la túnica blanca de la salvación que Jesús ganó para ti con su sangre.

Un abrazo JR, te voy a echar de menos, gracias por todo lo que has hecho por mí, y perdón por no haber estado siempre a la altura. Deseo que un día alguien pueda decir de mi todo lo que yo puedo decir de ti y de Fátima, os quiero. Acuérdate de nosotros desde arriba y pídele al Jefe que nos eche una mano. Seguiremos yendo a tu casa a rezar, a cenar, a reír, a divertirnos, a recordarte. Espero que nos podamos encontrar de nuevo y abrazarnos en la Vida Eterna. Guárdame un sitio en tu equipo míster, aunque sea en el banquillo, por si alguno se lesiona.

A JOSÉ RAMÓN,

EL HERMANO MAYOR

Apretando entre sus manos

el Cristo que tenía sobre su pecho

se fue obnubilando su mente y corazón,

ya no podía aconsejar, ni hablar siquiera,

sus ojos se cerraron para siempre,

y su boca, para siempre enmudeció. 

Un arroyo de lágrimas

vertió sobre los suyos

y sobre tantos y tantos otros

que lo tenían por un hermano mayor.

Te fuiste de este mundo

acompañado de cantos místicos,

que susurrabas dulcemente

con tus labios y con tu corazón:

“En una noche oscura,

con ansias en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada”.

Así se fue

nuestro querido hermano, en Cristo,

José Ramón.

Cuantos te conocimos,

sabemos que estás resucitado,

que estás intercediendo por nosotros,

tus queridos hermanos.

Pasaste por la vida

sembrando la palabra,

anunciando a Jesucristo,

su amor y suave carga.

Ahora estás gozando, en el cielo,

tu nueva patria,

del Esposo divino,

el amigo del alma.

¡Cómo te envidio, José Ramón!

¡Cómo se inflama

este corazón mío

y estas entrañas

con el deseo del cielo,

la nueva patria!

José Candelario Peralbo Ranchal

Madrid, 3 de mayo de 2019

 

A Fátima, su esposa,

y a sus cuatro hijos:

Pablo, David, Ignacio y Javier,

a la primera Comunidad Neocatecumenal de Begoña

y a tantos y tantos hermanos

que lo tuvieron por catequista y hermano mayor.

Con afecto, Pepe.




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