CELEBRACIÓN DE LAS FIESTAS DEL CICLO NAVIDEÑO:
Navidad, Sagrada Familia, Santa María, Madre de Dios, Epifanía del Señor.
LA SOLEMNIDAD DE LA NAVIDAD da sentido pleno, alegría desbordante y colorido, a todo el ciclo navideño.
Con este motivo celebraremos solemnemente la MISA DEL GALLO, a las 19:30 horas, con la participación de todos los fieles presentes a en nuestro templo.
El anuncio del ángel a los pastores, “hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”, es la mejor y la más grande noticia del ciclo navideño (Lc 2,11).
En la Eucaristía del día 25 de diciembre se proclama otra gran noticia: ”la existencia del Verbo desde el principio. El Verbo que estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”. El Verbo vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, ”les dio poder de ser hijos de Dios”, a los que creen en su nombre.
Una vez terminada la celebración eucarística, besamos al Niño, cantamos villancicos y nos felicitamos mutuamente, deseándonos, paz, salud y alegría, durante las fiestas navideñas y a lo largo del año Nuevo.
LA FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA la viviremos, con gran fervor y alegría el día 28 de diciembre a las 19:30 h.
La liturgia de hoy nos propone a la familia de Nazaret como modelo para la familia cristiana
En la fiesta de la Sagrada Familia recordamos las tres lecciones que nos dejó el Papa Pablo VI cuando visitó Nazaret el 5 de enero de 1964.
-Una lección de silencio.
El amor al silencio que nos invita al recogimiento y a la interioridad, estando siempre abiertos a la escucha de las buenas inspiraciones.
-Una lección de vida familiar.
La familia como comunión de amor en la que resplandece su sencillez y austera belleza.
-Una lección del trabajo.
El trabajo humano que no tiene un fin en sí sino que tiene una dignidad y una función redentora.
Nos dimos la paz, como una bendición del nacimiento del Enmanuel, del Dios con nosotros, nacido de Santa María, la Virgen.
EN LA FIESTA DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS se celebra el ”día santo en el que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo”.
EL día mundial de la paz lo celebraremos el 1 de enero con Solemnidad.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento bendecían al pueblo, de parte de Dios, al tiempo que le deseaban la paz.
Nosotros, con la venida de Cristo, hemos recibido toda clase de bendiciones. Jesús es la gran bendición del Padre a la humanidad. El anuncio del ángel a los pastores se proclama de nuevo en el evangelio: “gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres”.
LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL S E Ñ O R la celebraremos con toda solemnidad, el día 6 de enero.
La palabra Epifanía significa “manifestación”. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos, la Epifanía que nosotros celebramos en la Navidad es la de los Reyes Magos.
Hoy, la Iglesia celebra la manifestación de Cristo a los pueblos gentiles por medio de una estrella. Se proclama la universalidad de la salvación.
Los Reyes Magos, al ver a Jesús con María su madre, “cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). Los Reyes Magos son los segundos destinatarios del nacimiento de Jesús después de los Pastores.
¿Cuál es el sentido de estos regalos: oro, incienso y mirra?
El oro es un símbolo de la realeza. Jesús es Rey, pero no es un rey como los reyes de la tierra. Jesús es un rey celestial. Su reino no es de este mundo. La realeza de Cristo se ejerce “atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y resurrección” (Catecismo n.786).
El incienso nos remite a su divinidad. Jesús no es sólo un hombre, es el Hijo de Dios hecho hombre. Como muy bien comenta el Pseudo-Crisóstomo, los Magos “veían a un hombre, pero reconocían a Dios”. En el Niño pequeño ven a Dios.
La mirra se empleaba para embalsamar a los cadáveres. Jesús “había de morir por la salvación de todos”, comenta San Agustín. Se trata, pues, de un signo de la humanidad del Señor, que no dudó en compartir nuestra condición humilde, abocada a la muerte.
En un día como hoy los hogares se llenan de regalos, la alegría se desborda, y las fiestas tocan a su fin.
En la oración eucarística sobre las ofrendas de este día, se nos aclara en qué consisten los verdaderos dones de la Iglesia:
“Mira, Señor, los dones de tu Iglesia, que no son oro, incienso y mirra, sino Jesucristo, tu Hijo, al que aquellos dones representaban y que ahora se inmola y se nos da en comida”.
EVANGELIO
Venimos a adorar al Rey
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
– «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y, venimos a adorarlo. »
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
– «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel.”»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
– «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
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