SAN JOSÉ EN EL CARMELO
En el Carmelo la devoción a San José aparece desde los orígenes de la Orden. No en vano el Carmelo es flor plantada, nacida y desarrollada en Palestina, la tierra de José. Así lo expresaba el P. Micéal O´Neill, Superior General de los carmelitas:
“Para los carmelitas el interés por la figura de san José fue un desarrollo natural de la inspiración mariana fundamental. Todos los familiares de María (los padres, santa Ana y san Joaquín, como protectores secundarios del Carmelo e incluso las supuestas hermanas, María la de Santiago y María la de Salomé) recibieron honores particulares en el Carmelo. No podía faltar, por tanto, el esposo de María. Leyendas pías medievales, con el fin de afirmar el lazo peculiar con la Sagrada Familia de Jesús, María y José (…) refieren visitas de la Sagrada Familia de Nazaret al monte Carmelo para conversar con los Hijos de los Profetas, descendientes del Profeta Elías. Otros hablan de una presunta escala allí de la Sagrada Familia en el viaje de retorno de Egipto”
Benedicto XIV llegó a decir que “fueron los carmelitas quienes, cuando huyendo de la persecución de Oriente, se refugiaron en Occidente, y nos trajeron la fiesta de San José”. Fueron precisamente los carmelitas los primeros que en la Iglesia latina compusieron en 1450 un oficio litúrgico enteramente propio en honor de San José. “Este oficio -escribe un erudito- no solamente es el más antiguo monumento elevado en la Iglesia latina a la gloria de San José sino también, seguramente, el cántico más hermoso que jamás le fue consagrado. Todas sus partes, desde la primera antífona hasta la última nos representan al Santo en todo el esplendor de su gloria”.
Esta fe la encontramos también en los santos del Carmelo. Así Arnoldo Bostio (+1499), al recoger que a San José, la Orden del Carmen le venera con devoción y celebra sus fiestas con culto solemne, lo califica de “virgen integérrimo, tutor y nutricio del eterno Dios, ecónomo y vicepadre diligentísimo, esposo predilecto de María, como ella, solicísimo por la salvación de todos y perfecto en toda virtud”. Y el Beato Bautista Mantuano (+1516), célebre poeta latino, compuso unos magníficos himnos en honor de San José, donde afirma que del hecho de ser el único a quien Dios pudo encomendar la virginidad santísima de María y la infancia de la Prole divina se deduce cuánta fue su integridad, y que Dios le dotó de todo lo necesario para custodiar y proteger a la Familia a él encomendada. Y le pide que, glorificado, nos mire e imparta a nuestras casas su bendición.
Empapada de esta espiritualidad, Santa María Magdalena de Pazzi (+1607) considerará la protección de san José una consecuencia de su pureza: “La pureza de san José se encuentra en el Paraíso con la de María, donde en aquella sobreabundancia de esplendor que el uno da a la otra, parece, por así decirlo, que la pureza de José haga parecer la de la Virgen mucho más resplandeciente y gloriosa. San José está entre Jesús y María como una estrella radiante y custodia particularmente nuestro monasterio, por estar nosotras bajo la protección de la Virgen María”. Y Santa Teresa de Jesús (+1582), cuya devoción al Santo Patriarca alcanzó cimas místicas escribe:
“No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer… A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas... Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan... Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción” (Vida, 6,7.8)
Es significativo lo que dice el P. Gracián sobre que Teresa “puso sobre la portería de todos sus monasterios que fundó a nuestra Señora y al glorioso San José; y en todas las fundaciones llevaba consigo una imagen de bulto de este glorioso Santo, que ahora está en Ávila, llamándole fundador de esta Orden. Los cuales que profesan esta regla de carmelitas descalzos reconocen por fundador de esta reformación al glorioso San José, con cuya devoción la fundó la Madre Teresa, así como toda la religión del Carmen reconoce por fundadora a la sacratísima Virgen María”.
Por todo ello, en la tradición de la Orden, se ha honrado siempre a San José con el título de “Protector de la Orden”, tal y como se conserva aún hoy día en las Constituciones tanto del Carmelo de la Antigua Observancia como del Carmelo Descalzo.
P. José Manuel Granados Rivera, O. Carm.
HIMNO A SAN JOSÉ
Hoy a tus pies ponemos nuestra vida
Hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
Obtendremos la paz del corazón.
En Nazaret junto a la Virgen Santa
En Nazaret, ¡Glorioso San José!
Cuidaste al niño Jesús pues por tu gran virtud
Fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez, humilde carpintero,
Con sencillez, ¡Glorioso San José!
Hiciste bien tu labor, obrero del Señor
Ofreciendo trabajo y oración.
Tuviste Fe en Dios y su promesa
Tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos el don
De escuchar y seguir la voz de Dios.
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